EL PADRE DEL PERIODISMO INVESTIGATIVO

EL PADRE DEL PERIODISMO INVESTIGATIVO
  • Sin renunciar al humor como antídoto contra la realidad y con más de

          35 libros publicados, Daniel Samper Pizano arriba a sus 75 años.

¿Siempre mantiene su condición de mamagallista?

Las columnas son lo que yo soy. En la vida diaria me parezco mucho a lo que escribo.

Me encanta hacer reír a la gente, tengo una vocación de payaso que no escondo.

(El País, 2007)

Por Pepe Palacio Coronado

Es considerado uno de los periodistas más importantes del siglo XX en Colombia. Aún en el XXI, en el ejercicio de su magistral combinación de seriedad y el más fino humor que le ha caracterizado toda su vida, con su pluma sigue sentando cátedra como un referente profesional para las nuevas generaciones.

Con una jovialidad impresionante arriba a sus 75 años, acompañado de la satisfacción del deber cumplido y con las ganas de escribir, compartir humor y sus pasiones por la música vallenata y su equipo de fútbol Santa Fe.

El periodista y escritor Daniel Samper Pizano lleva  más de 55 años de recorrido en el oficio, en el que ha dado rienda suelta a su condición de multifacético como reportero, editor, columnista y guionista de televisión y cine.

Parte de su obra periodística y literaria se encuentra plasmada en más de 35 libros publicados en Colombia y el exterior.

Sus textos en los más diversos géneros le han permitido ganarse los más importantes premios de periodismo de habla hispana.

Su origen

Nació en Bogotá el 8 de junio de 1945. Es hijo de Andrés Samper Gnecco y Elena Pizano Pardo. De esta unión también nacieron María Fernanda, José Gabriel y Ernesto, expresidente de Colombia entre 1994y1998.

Daniel adelantó sus estudios en el Gimnasio Moderno. Posteriormente, se graduó como abogado de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá e hizo un Máster en Periodismo en la Universidad de Kansas; además, es miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard.

Su primera esposa fue Cecilia Ospina Cuéllar con quien contrajo nupcias en 1966. Son padres de Juanita, María Angélica y Daniel Samper Ospina, quien le siguió los pasos a su padre y se dedicó al periodismo. Samper Ospina, su hijo, ha trabajado en importantes revistas colombianas como Soho (su director) Jet-set y Semana, ha publicado varios libros y se ha posicionado como uno de los you tubers más reconocidos del país, también caracterizado por su espíritu  crítico y  sentido del humor.

A partir de 1974 la actual compañera de Samper Pizano es Pilar Tafur, periodista de la Universidad Javeriana con experiencia en medios escritos y televisivos, cuya mayor inclinación es la música popular latinoamericana. Produjo en España el programa radial sobre boleros Acércate más y ha publicado varios libros y CD como la novela María del alma a dúo con su esposo (2003, Plaza & Janés).

Daniel Samper es un inquieto de la investigación de diferentes temas. Perteneció a la Sociedad Histórica del Titanic que se fundó en Massachussets y que agrupa a varios estudiosos interesados en esta cuestión. Del mismo modo, es un aficionado del vallenato y estuvo presente en los inicios del Festival de la Leyenda Vallenata. Respecto a su aprecio por este género, su amigo Enrique Santos Calderón afirmó:

Es un vallenatólogo, canta y toca guitarra. Buen bailarín. Yo soy más vallenatómano: apasionado no tanto por estudiarlo, pero a ambos “el acordeón nos arruga el corazón”, como decía García Márquez. Con su esposa, Pilar, hizo una recopilación fantástica (Cien años de vallenato) (El Tiempo, 2014).

Otra de las pasiones de Samper es el buen uso del idioma castellano. En 2004 fue admitido, junto con Juan Gossaín, como miembro de honor de la Academia Colombiana de la Lengua. Lo anterior fue posible gracias a un trabajo que mostró las similitudes de los juglares de Colombia y los ibéricos: “El mester de juglaría colombiano”, artículo publicado en el Boletín de dicha institución. Sobre este tema Juan Gossaín explicó:

Nos escogieron en la misma fecha, pero la idea de ingresar juntos fue de Daniel. Me propuso que escribiéramos a cuatro manos una ponencia sobre juglares y trovadores desde la Edad Media hasta el vallenato. Yo pensé que era audacia mayor y que aquellos venerables caballeros, los académicos, nos iban a echar de ahí apenas sonara el primer acordeón. Fue al revés: cuando me di cuenta, eran ellos los que llevaban el compás con el pie. “Es la primera vez que en este recinto se oye música”, me dijo el director, don Jaime Posada (El Tiempo, 2014).

Daniel Samper se declara un adicto del fútbol e hincha furibundo del Independiente Santa Fe (conocido como el equipo cardenal), uno de los conjuntos de la capital. Su pasión por este deporte es tan grande que si no se hubiera dedicado al periodismo le hubiera gustado ser futbolista profesional. “El primer instinto del ser humano no es pensar, sino dar patadas. Es un instinto natural, que bien encauzado se convierte en el arte del fútbol” (El Tiempo, 2014). Al hacer un rastreo acerca de los orígenes de su fervor futbolístico, el periodista recordó:

Mi tío Alberto Giraldo Jaramillo, muy hincha de Santa Fe, me llevó por primera vez a un partido. Me encantó porque me daban una especie de helado con galletas delicioso. Mi ídolo era el Chonto Gaviria, arquero de Santa Fe. Y también me gustaba Ángel Perucca, que una vez fue al Gimnasio Moderno, a ver si le recibían a un hijo. Y como mi mamá me mandaba con uniforme del Santa Fe, porque era más barato que mandarme con ropa de estudiante, cuando llegó Perucca el rector mandó a traer al niño que estaba vestido de Santa Fe, para que lo saludara. Yo fui y casi no me separan de él. Tuvieron que soltarme con soplete (El Tiempo, 2014).

Tanto amor por la escuadra cardenal hizo que Samper formara parte de su junta directiva y que, incluso, se encargara de buscar un león para que fuera la insignia del club.

Influencia e inicios

El Aguilucho fue el primer periódico estudiantil de Colombia. Lo fundó Eduardo Caballero Calderón en 1927 y era el medio de expresión estudiantil del Gimnasio Moderno. Personajes influyentes de la sociedad colombiana como Guillermo Cano, Fidel Cano, Paulo Laserna, Roberto Posada García-Peña (D’Artagnan), Antonio Caballero, Ernesto Samper, Lucas Caballero Calderón (Klim), entre otros, han pasado por sus páginas. El comité editorial de este semanario estaba conformado por los estudiantes de último año, encargados de clasificar los artículos y caricaturas que enviaban los alumnos de todos los grados. Sumado a esto, debían buscar la pauta publicitaria para poder mantener a flote el proyecto.

En este periódico estudiantil escribió también Andrés Samper Gnecco, el papá de Daniel. Allí público un artículo titulado “Mi primer fracaso en matemáticas” (1939) que tenía muchos apuntes de humor, característica que al parecer le heredó a sus hijos Daniel y Ernesto y a su nieto Daniel Samper Ospina, el you tober.

Esta es la descripción de Daniel Samper Pizano que figuraba en el anuario de El Agilucho en su último año de colegio: “Me horroriza decirlo, pero era un poco poeta. Malísimo, eso sí. Mi primer artículo, escrito a los 7 años, era ʻQué animal me gustaría serʼ. ¿Adivinan cuál? ¡El elefante!” (Cromos, 2014).

Es muy probable que su vocación de enseñar la haya heredado de su señora madre, Elena Pizano, quien fuera maestra de escuela. Por ello se ha desempeñado como profesor universitario y conferencista al más alto nivel.

Daniel asegura que dentro de sus influencias está uno de sus grandes maestros, Álvaro Cepeda Samudio, y Klim, un poderoso referente en el ámbito periodístico, ya que además de hacer análisis políticos muy profundos, tenía un sentido del humor muy fino. Es por esta razón que el humor es un ingrediente muy importante en la obra periodística y literaria de Daniel Samper. Considera que se trata de un mecanismo de defensa que los colombianos saben usar como antídoto ante la dura realidad que viven. Esto dio origen al llamado mamagallismo, ese humor sofisticado que para algunos extranjeros no es comprensible.

A la edad de 19 años, Daniel comenzó a trabajar en el diario El Tiempo, donde tuvo como compañeros de trabajo a Enrique Santos Calderón y a Luis Carlos Galán Sarmiento, a quienes apodaban “la Santísima Trinidad” y “los tres arcángeles”. Samper permaneció en esa casa editorial durante cinco décadas. En este medio publicaba la columna “Reloj del tiempo”, en la cual abordaba diferentes temas, cuya posición muchas veces era contraria a la postura oficial del diario. Por sugerencia de Klim, la columna pasó a llamarse simplemente “Reloj”.

Samper era consciente de que la profesión que había escogido podía traerle enemigos. Por esta razón, siempre pensó que las amenazas eran un gaje del oficio. Sus primeras investigaciones sobre corrupción, que firmaba junto con el abogado, escritor y periodista Alberto Donadío, aparecieron en “Reloj” hasta 1977. Ese mismo año adelantaron una pesquisa frente a la gestión del ministro de Obras Públicas del gobierno de Alfonso López Michelsen, que incomodó al presidente. No obstante, ese trabajo periodístico terminó como ponencia en la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes. Este fue el inicio formal de la Unidad Investigativa (1981) de El Tiempo con nombre y logo propio, la primera sección de esta índole en periódicos de América Latina.

La responsabilidad y rigurosidad en sus investigaciones han sido las características esenciales de su trabajo desde sus inicios, y ese estilo se lo infundió al a su equipo periodístico. Fue así como la Unidad Investigativa de  El Tiempo marcó una etapa histórica del periodismo en Colombia.

La seriedad y la estructura de las investigaciones comenzaron a destapar la corrupción en el país, dejando para el futuro una escuela de periodismo moderno, crítico y de denuncia. Por ello, Daniel es considerado el padre del periodismo investigativo.

Esta unidad, conformada por un equipo de periodistas, en su modalidad se constituyó en un ejemplo de periodismo en el continente.

En 1986 comenzaron las amenazas debido al seguimiento exhaustivo que desarrollaba este equipo. Primero fueron las llamadas anónimas a la casa de Daniel Samper y al periódico, luego llegaron las cartas y los telegramas —el último lo recibió en el entierro del político de la Unión Patriótica (UP) Jaime Pardo Leal—.

El departamento Administrativo de Seguridad (DAS) le informó a Samper que podía asignarle un esquema de seguridad, pero le advirtieron que Pardo Leal también tenía uno y que eso no había servido de mucho; entonces, le sugirieron abandonar el país. Años después y gracias a las investigaciones pudo determinarse que las intimidaciones provenían de narcotraficantes. La Unidad Investigativa y la columna “Reloj” desaparecieron en 1987, así como otras unidades investigativas de varios periódicos, nacidas gracias al ejemplo de El Tiempo, que también sucumbieron ante los hostigamientos.

Daniel Samper se radicó en España y comenzó a trabajar en la revista Cambio 16, situación que lo ayudó a sobrellevar el peso del exilio. Desde la distancia, continuó escribiendo su columna “Postre de natas” (bautizada así en honor a su postre favorito) para la revista Carrusel, que alcanzó las 1.300 ediciones, con treinta años de publicación ininterrumpida.

Solo hubo una razón que hizo que Daniel Samper hiciera un alto en su oficio. Los colombianos no olvidan el mandato de su hermano Ernesto Samper gracias al escandaloso Proceso 8.000 (investigaciones por el ingreso de dineros del Cartel de Cali a su campaña presidencial). Durante este Gobierno, Daniel Samper dejó de ejercer como periodista y solo rompió su silencio en dos ocasiones: una de ellas, para dar una entrevista, y la otra debido a que El Tiempo publicó la indagatoria hecha a Santiago Medina, extesorero de la campaña de Ernesto Samper, pero en esta había imprecisiones que tuvo que esclarecer con un memorando. Así habló el expresidente, al recordar esa época:

Creo que de los soportes importantes que tuve en los años más difíciles fue Daniel. No solo tomó la decisión ética de no opinar durante mi gobierno, sino que en los momentos más críticos, cuando tenía necesidad, venía de Madrid y se quedaba conmigo acompañándome en el tema de explicarles a los medios. Conoció muy bien las entrañas del 8.000 y sabía que fue un montaje político de personas desafectas al Gobierno (El Tiempo, 2014).

A pesar de que el periodista logró superar este periodo, siente que no pudo recuperarse del todo. Incluso afirma que quedan cicatrices. Siempre hay gente que aún le escribe recriminándole por haberse quedado callado frente a las actuaciones de su hermano. Esto fue lo que le contó Daniel a la periodista María Jimena Duzán:

¿Si sabe que tengo un programa en mi computador que automáticamente me borra esos insultos? Yo tuve el cuidado de hacer lo que me pareció más prudente y ético que es marginarme y no volví a comentar ni durante la campaña ni durante el gobierno, ni después. Solo cuando El Tiempo me llamó en el 99, volví al periódico (Semana, 2014).

En 1999, Samper se levantó el veto y regresó a El Tiempo con una nueva columna llamada “Cambalache”.

Obras y premios

Por su labor periodística Samper Pizano ha recibido múltiples galardones: Premio Nacional de Periodismo del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) en 1982 en la categoría Prensa y en 2012 en la categoría Opinión por “Cambalache”; Premio María Moors Cabot (1982), que confiere la Universidad de Columbia; Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en las categorías Trabajo de Comentario o Análisis (1978) por “Los papeles del Senado”, Periodista del Decenio (1985) y Vida y Obra (1988), junto con Enrique Santos Calderón.

En España también fue merecedor de los siguientes reconocimientos: Premio Rey de España (1988) por el trabajo “Mil años de español. Presente y futuro del idioma” publicado en la revista Cambio 16, España y en El Tiempo, Bogotá; Premio Continente de Periodismo (1992) gracias a un artículo sobre los bares españoles, editado en 1991, y el Premio Internacional de Periodismo concedido por el Club Internacional de Prensa (2011) en la categoría Premio especial a un comunicador que haya contribuido a difundir la imagen de España.

Su obra cuenta con libros de humor, crónicas y recopilaciones de sus columnas: Así ganamos: cómo fue campeón Santafé en 1975 (1975, Valencia editores); A mí que me esculquen (1980, Oveja Negra); Dejémonos de vainas (1981, Pluma); Llévate esos payasos (1983, Pluma); ¡Piedad con este pobre huérfano! (1984, Plaza & Janés); Balón y pedal: notas sobre deportistas (1986, Fundación Simón y Lola Guberek); Postre de notas (1986, Plaza & Janés); Mafalda, mastropiero y otros gremios paralelos (1986, Ediciones de la Flor); Esto no es vida (1989, Intermedio); Les Luthiers, de la L a la S (1991, Ediciones de la Flor); No es porque sea mi hijo y otras columnas de humor (1992, Panamericana-Áncora); Lecciones de histeria de Colombia (1993, Áncora), Nuevas lecciones de histeria de Colombia (1994, Áncora); Tino: vida y milagros futbolísticos de Faustino Asprilla (1994, Norma); Aspectos sicológicos del calzoncillo y otros artículos de humor (1995, Áncora); El sexo puesto (1997, Ancora); Risas en el infierno: una lectura divertida de la Biblia (1998, Ediciones de la Flor); Si Eva hubiera sido Adán: una versión risueña de la Biblia (1998, Áncora); De mil humores (1999, Planeta); Las leyes del fútbol: ni atacar ni defender sino todo lo contrario (2000, Temas de hoy) y Hasta en las mejores familias: selección de postre de notas (2002, Casa Editorial El Tiempo), entre otros.

Con la editorial Aguilar ha publicado las siguientes obras que se han convertido en lectura obligada para los estudiantes de Comunicación Social: Antología de grandes reportajes colombianos (2001); Antología de grandes entrevistas colombianas (2002); Antología de grandes crónicas colombianas I (2003); Antología de grandes crónicas colombianas II (2004) y Antología de notas ligeras colombianas (2011).

Las historias de Daniel Samper no solo se quedaron en el papel, sino que también saltaron a la pantalla chica. En 1984 vio la luz una serie de televisión que contaba las historias de los Vargas, una típica familia bogotana. Varias generaciones todavía recuerdan a sus personajes. El insumo principal para los libretos eran las columnas de Samper que Bernardo Romero Pereiro adaptaba para el seriado. Como la misión era complicada, Romero le propuso al periodista la idea de redactarlos entre ambos, pero Samper dijo que era “más fácil convertir un tractor en un vestido de novia” (Semana, 2014). No obstante, accedió y el programa se convirtió en un éxito.

Los protagonistas de esta producción fueron dos destacados actores de la serie El Chinche, Víctor Hugo Moran (doctor Pardito) y Paula Peña (señorita Elvia). A pesar de la recordación que lograron con su anterior trabajo, asumieron a cabalidad sus nuevos papeles como Juan Ramón y Renata en Dejémonos de vainas y enamoraron a la audiencia.

El formato permitía que cada capítulo fuera independiente y no fuera necesario ver los capítulos anteriores para entender la trama. Además, contaba con la participación real de los niños (Margarita, Teresita y Ramoncito). Es decir, no aparecían como simples extras, sino que tenían pequeños parlamentos y con el paso del tiempo se convirtieron en el centro de atención. El seriado llegó a su fin en 1998 después de varios cambios en la nómina de actores y luego de haber agotado la historia.

Aunque este programa fue el de mayor aceptación, Daniel Samper también escribió junto con Bernardo Romero Pereiro los libretos para la serie Escalona, basada en la vida del compositor Rafael Escalona y los de la serie Leche (1996), dirigida por Víctor Mallarino y protagonizada por Flora Martínez y Juan Carlos Vargas.

Más allá de la tinta y el papel

En febrero de 2009, Samper tuvo la oportunidad de hacer un compromiso con la realidad del país en desarrollo de una labor humanitaria. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (farc) decidieron liberar a cuatro rehenes gracias a la gestión de Colombianos y colombianas por la Paz (CPP). Samper aceptó ser garante de este proceso que inició el 30 de enero de ese mismo año. Aunque la operación concluyó exitosamente con la liberación de los secuestrados, estuvo a punto de estropearse por unos sobrevuelos que hizo el Ejército nacional sobre la zona.

Lo anterior provocó que el equipo conformado por miembros de la Cruz Roja Internacional, CPP y Samper les pidieran explicaciones al comisionado de paz y al Gobierno por esa grave situación. Otra cuestión que caldeó los ánimos fue el error que cometió el periodista de Telesur, Jorge Enrique Botero, al emitir un avance noticioso sobre las dificultades que afrontaba la operación sin haberlo consultado. Así fue como Samper narró lo ocurrido:

Le dije con vehemencia a Restrepo que si tenía alguna queja contra mí como garante, que la expusiera de inmediato, porque yo consideraba haber cumplido mi misión con absoluto rigor. Lamentaba mucho si mi deber de denunciar violaciones a lo acordado, como los sobrevuelos, le molestaban o no. Al no haber reproche alguno por mi trabajo como garante, y ya que Uribe hablaba de “espectáculo periodístico”, parecía claro que me vetaba por ser periodista. Agregué, más o menos: “Como periodista, me tiene sin cuidado el veto de este o cualquier Gobierno” (para un periodista que se respete, el veto oficial de un Gobierno es un diploma de independencia). “Pero nuestra meta es sacar a los rehenes, así que me haré a un lado desde este momento y colaboraré con mi silencio hasta que logremos nuestro propósito” (El Tiempo, 2009).

Luego de cincuenta años al servicio de la opinión, Daniel Samper se retiró del periodismo en 2014. Darío Restrepo, que trabajó con él en El Tiempo y lo conoció de cerca en Europa, opinó así sobre el adiós de este gran escritor:

Es de una honestidad a toda prueba, en todo sentido. Además, es generoso. Le duele el dolor de los demás. Parte de su amistad se expresa en esa alegría de vivir que mantiene siempre. Cuando resolvió su retiro, tuvo la generosidad de contarnos a mí y a algunos amigos. Quedé frío. Lo único que se me ocurrió fue decirle que se dedicara a él mismo, que lleva toda una vida trabajando. Estoy seguro de que vamos a seguir leyéndolo (El Tiempo, 2014).

Como testigo de su trayectoria perdura su obra salpicada de verdades, aforismos y ocurrencias y para no sucumbir ante la cruda realidad, el humor sigue presente como antídoto:

Lo que siento es que en la medida que uno va envejeciendo y viendo cómo los problemas, que han sido los mismos de toda la vida en Colombia, no se resuelven, se da uno cuenta de que la que es pesimista es la realidad. Hay momentos en los que quisiera ser optimista, por ejemplo en los diálogos de paz. En ese caso, toca acudir al optimismo, porque una de las cosas que pude constatar cuando participé en la liberación de secuestrados y hablé con algunos guerrilleros rasos, es que la mayoría no llegó a la guerrillera por los libros de Marx y Engels, que entre otras cosas son muy aburridos, sino porque en la guerrilla encontraron la oportunidad que el Estado les negó. Es la pobreza la que los impulsa (El País, 2013).

…. En fin, es mucho lo que hay por decir de Daniel Samper Pizano. Por ejemplo, lo que no se ha podido descubrir ––incluso, al rastrear las características físicas de sus antepasados— es el origen de su prematura alopecia, de la que él ha hecho tanto humor con su gracia particular.

Con  personalidad y entereza, este hombre blanco, de regular altura, ojos verdes y escasos cabellos, hace un poco de historia de su calvicie  en una de sus columnas de la revista Soho:

“Calculo que debía de tener 23 o 24 años cuando recibí la noticia de que iba a ser calvo. Lo supe porque, en realidad, ya empezaba a serlo. Recuerdo claramente la ocasión: un compañero de trabajo se acercó con cara de pánico a mi escritorio en la redacción de El Tiempo, me dijo “no se mueva” y estiró la mano temblorosa hacia mi cabeza. Yo quedé paralizado. Pensé que en ese instante algún alacrán, araña polla o cangrejo recorrían mi blonda cabellera, orgullo de mi raza, sin que yo me hubiera percatado. 

 
Pero el peligro no era un arácnido ni un crustáceo. Era mucho más grave. Mi compañero apartó siete pelos acá, doce allí, un débil mechón más allacito y, tras observar cómo surgía ante sus ojos un trozo brillante de pellejo, dictó sentencia:
-Hermano: le auguro cuatro o cinco años antes de que se quede calvo.

Se equivocaba. Solo necesité tres para comprobar que me esperaba un futuro interminable de cabeza pelada. Hoy ya no sobrevive rastro alguno de aquella melena de oro, como no sean unos cuantos pelos en los flancos de la cabeza y la fotografía de mi Primera Comunión.”

Daniel llega fuerte y jovial a sus 75 años, consolidado como uno de los grandes en la historia del periodismo iberoamericano, convertido en una figura altamente respetable, que hace reír, se deja chancear y  mantiene las ganas de vivir y el encanto de su sencillez.