Por José David Name Cardozo
La distancia que separa el centro de la periferia colombiana, en cuanto a pobreza y desigualdad, es cada vez más amplia.
La enorme brecha se hace muy evidente en regiones como la Caribe, compuesta por cuatro de los cinco departamentos con mayor pobreza del país. Una tragedia que lleva atrapando generaciones en el hambre y la indigencia.
Los resultados de los datos sobre la vulnerabilidad de los hogares en la Costa Caribe según sus condiciones de vida y necesidades insatisfechas, son preocupantes. De acuerdo con el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) para 2020, entregado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), la región Caribe llegó a 3,2 millones de ciudadanos en condiciones de pobreza multidimensional, manteniéndose como la que registra el mayor número de ciudadanos bajo esta condición socioeconómica.
El vergonzoso primer puesto que ocupa Colombia en el reciente informe del Banco Mundial sobre desigualdad entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), evidencia el punto crítico en el que nos encontramos en términos de deterioro de la calidad de vida. De ahí que mirar hacia la región Caribe sea prioritario para atacar este creciente fenómeno en el país.
Permitir que se sigan conservando los altos niveles de pobreza en las familias vulnerables nos ha llevado a la degradación que observamos actualmente en nuestra sociedad. Una generación que no tiene oportunidades de empleo, educación, salud o la posibilidad de consumir tres comidas al día, transfiere esa brecha de ingresos a sus descendientes, impidiendo que se rompa el círculo vicioso de la desigualdad. Un abandono inadmisible que ha dejado profundas cicatrices en la Costa Caribe.
El momento actual requiere más que nunca unidad de todos los sectores, tanto del público como del privado. Profundizar la lucha contra la pobreza, innovar en el campo empresarial, acelerar los emprendimientos sostenibles, persistir en la austeridad inteligente, promover y hacer realidad el progreso de nuestros departamentos, son los propósitos que debemos enmarcar como región para convertirnos realmente en un territorio motor de desarrollo y generador de progreso en el país.
Si bien la economía ha demostrado signos positivos de recuperación, la pobreza continúa ganando terreno entre las familias de la región. A pesar de la coyuntura que registra el mundo, existen buenas razones para ser optimistas y renacer después de los golpes que ha dejado la pandemia, eso sí esta vez sin perder de vista las necesidades y disparidades entre nuestros territorios, teniendo claro que para poder avanzar es indispensable erradicar la pobreza.
Cualquier otro esfuerzo será vano si no luchamos para salir de pobres. Esperamos más crecimiento desde todos los sectores de la región, pero lo primero, lo urgente y lo más importante es invertir en nuestra gente. La priori-dad en el 2022 debe ser la construcción de políticas públicas que nos ayuden a transformar la realidad, con la reducción de la pobreza y la desigualdad, que se ha propagado como el peor de los virus en nuestra región Caribe.