Amylkar D. Acosta M1
Agobiado por la tristeza que me ambarga por la partida de un gran Jefe y amigo, como lo fue para mí el doctor Horacio Serpa Uribe, no puedo menos que deplorar tan sensible pérdida para el país, en momentos en los que se esperaba de él aún más de lo que ya había sido su entrega total, sin cálculos ni miramientos, a Colombia, que fue su divisa, por encima de toda bandería politica, no obstante ser él, como diría José Saramago, un Político hormonal. La Democracia y la Paz y su defensa a ultranza fueron su obseción y en su apuesta por ellas no tuvo tregua ni descanso. En el largo trasegar de su vida, austera y comprometida con sus ideas y sus ideales, inspirados siempre en los principios liberales, como servidor público se desempeñó, siempre con brillo, desde Juez de la República hasta encumbrarse en las más altas dignidades. Fue Procurador, Gobernador, Senador de la República, Ministro de Estado, Delegado y además copresidente de la Asamblea Nacional Constituyente. Hasta Delegado por Colombia ante la OEA fue. Aspiró con sobrados méritos y merecimientos, pero sin éxito, a la Presidencia de la República, la que le fue esquiva por fuerza de las circunstancias y las viceversas de la política. Entonces comprendió que, como dice Paolo Coelho, “el triunfo reside en la audacia de luchar, en elegir la propia vía…ya esa lucha honrada es una victoria”.
Horacio Serpa siempre se caracterizó por ser un hombre honesto, leal y de sólidos principios. Me explico: con su ejemplo, signado por su transparencia diamantina, pudo demostrar palmariamente, contra todos los pronósticos, que se puede ser político y honrado a la vez. Su lealtad a toda prueba y su apego a sus principios tutelares fueron irreductibles, los mantuvo incólumes a lo largo de su dilatado e intachable periplo, haciendo de él un obligado referente en el ejercicio de la política en Colombia.
Cuanto más en cuanto que en los tiempos que corren, escasean los dirigentes de su talla y su talante, cuando el transfuguismo y el travestismo político es la nota predominante y las ideologías, como dijera Jean-francois Revel, han devenido en simples señales de tránsito.
Horacio Serpa, el Líder, el Aguerrido luchador y el Fogoso orador, todo escrito con mayúsculas, fue un hombre de dura cerviz, que no se doblegó ni ante el halago ni ante el arma innoble de la infamia. Horacio fué en vida un hombre integérrimo, sin mácula alguna que pueda empañar su nombre, su memoria, que figura y figurará entre los grandes de la Política colombiana.
Como dijo León de Greiff, “la parca, la muerte, la torva…se lleva todo lo bueno que entre nosotros topa” y esta vez se nos llevó a un gran hombre, al guerrero, al batallador, después de perder su última batalla, por su salud, la que libró con denuedo y resolución, como todas las demás, sin arredrarse, sin rendirse, porque lo suyo 1 Ex presidente del Congreso de la República
siempre fue resistir, insistir, persistir y nunca desistir. Honor y gloria a Horacio Serpa Uribe. Con su partida nos deja un gran vacío, imposible de llenar!
Y, para terminar o, mejor dicho, no puedo terminar, sin aludir a Rosita Moncada de Serpa, porque uno no puede hablar de Horacio sin hablar de Rosita, su otra mitad. Lo que se predica de él se predica de ella, ya que ellos compartieron toda una vida principios y valores, de tal suerte que las virtudes de Horacio son las virtudes de Rosita y viceversa. Rosita es la sombra de Horacio y Horacio era la sombra de Rosita.
Nuestras sentidas condolencias a ella, a sus hijos y familiares, a quienes acompañamos de corazón en este momento de tan dura prueba.
Bogotá, octubre 31 de 2020
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