LA GUAJIRA: DEL REALISMO MÁGICO A LA REAL REALIDAD

LA GUAJIRA: DEL REALISMO MÁGICO A LA REAL REALIDAD

Por Amylkar D. Acosta M1

A propósito de los 55 años de la creación del Departamento de La guajira, me permito compartir algunas acotaciones que hice al prologar un excelente trabajo publicado por el investigador guajiro José Luis Arredondo, Razones centrales para la crisis guajira.

Cuando nuestro laureado Gabriel García Márquez se dio a la tarea de buscar la  semilla de su periplo vital dio con ella en La guajira, la tierra de sus ancestros y la gran fuente de su inspiración, que llevada a las letras lo nimbó de gloria y de  fama, hasta convertirse en una gloria nacional, para orgullo de nuestra tierra.

Recorrer La guajira es como leer entre líneas la obra de Gabo y comprobar que  muchos de los personajes, episodios, lugares, mitos y leyendas de sus novelas, ensayos y crónicas tienen en La guajira su entorno y explicación. El realismo mágico nació en La guajira y lo descubrió para la literatura García Márquez.

La guajira es la muestra perfecta de lo que es Colombia, además de su enorme biodiversidad, esparcida por todos los pisos térmicos con los que cuenta – desde el nivel del mar hasta uno de los picos más elevados de una de las tres aristas de la Sierra Nevada de Santa Marta -, es pluricultural y multiétnica. Posee una posición geográfica envidiable, estratégica, como que es la verdadera “esquina oceánica” de Suramérica de la que hablara López de Meza.

En sus entrañas se encuentra una enorme riqueza de recursos naturales de gran valor, tanto por el volumen de sus reservas, especialmente de sal, gas y carbón,  como por la calidad de los mismos. Me atrevo a decir que La guajira abriga en su seno todos los elementos de la tabla periódica. También tiene Colombia en La guajira el mayor potencial de generación de energía solar y eólica, que le están permitiendo al país dar el salto desde el 5% de participación actualmente  de las fuentes no convencionales de energías renovables (FNCER) en la matriz energética al 12% en 2022.

Como es bien sabido, según las Naciones Unidas, Colombia es el tercer país con mayor vulnerabilidad frente a los embates del cambio y la variabilidad climática y La guajira particularmente se cuenta entre los más expuestos y la población indígena en particular, especialmente los Wayüu asentados en la Alta guajira, que son la población más vulnerables de los vulnerables.

La guajira, históricamente, ha padecido del aislamiento y el desdén oficial. Nos lo recuerda García Márquez: “su comunicación era más fácil con el mundo exterior que con el resto del país, pues su vida cotidiana se identificaba mejor con las Antillas por el tráfico fácil con Jamaica o Curazao y casi se confundía con la de Venezuela por una frontera de puertas abiertas que no hacía distinciones de rangos y colores. Del interior del país, que se cocinaba a fuego lento en su propia sopa, llegaba apenas el óxido del poder: las leyes, los impuestos, los soldados, las malas noticias incubadas a más de dos mil quinientos metros de altura y a ocho días de navegación por el Río Magdalena en un buque de vapor alimentado con leña”.

La guajira se ha desarrollado al ritmo de las bonanzas fugitivas, que se suceden una a otra, casi siempre como si fueran flor de un día, efímeras. Primero, en tiempos remotos, fue la caza de perlas, más adelante el comercio, posteriormente la del café que salía por los puertos guajiros, la del algodón, la de la “marimba” y más recientemente la minero – energética, la cual data desde mediados de los años 70 del siglo XX. Este sector terminó por desplazar a las otras actividades en el PIB regional que, aunque le generan divisas e ingresos al país, además de ser enclaves, con escasos encadenamientos regionales, al ser intensivos en capital generan muy poco empleo.

En suma, la península de La guajira sigue siendo un territorio rico en recursos, pero habitado por gente pobre, circunstancia esta que se suele atribuir a lo que han dado en llamar la “maldición de los recursos naturales”. Pero, la verdad sea dicha, tal “maldición” no se la podemos atribuir a los recursos naturales, ellos no tienen la culpa, la maldición proviene es de las políticas públicas equivocadas, que se han traducido en las enormes brechas intrarregionales e intrarregionales que acusa Colombia. Y bien digo Albert Einstein, “locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”.

Se impone, entonces, la necesidad de un cambio del Modelo reprimarizador de nuestra economía por otro diversificador de la misma, con un enfoque territorial y diferenciado que haga posible la inclusión y la cohesión social. Ello se predica no sólo para La guajira, sino para toda la otra Colombia profunda, para que podamos integrarnos en un solo país. La oportunidad es ahora, de cara a la post pandémia. Volver al pasado es retroceder!

1 Miembro de Número de la ACCE

Cota, junio 29 de 2020

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