Por PEPE PALACIO CORONADO
Tres días antes, el ídolo de las multitudes, el cantante romántico del Binomio de Oro, había regresado a Barranquilla luego de una gira artística, que hizo por Venezuela y ciudades del interior del país.
Con su voz seductora, su manera de bailar en el escenario, gracia, elegancia y carisma únicas, Rafael ya había vestido de gala al vallenato en unión con su compañero de fórmula, el acordeonero Israel Romero.
Era la noche del jueves 11 de junio de 1992. El artista estaba en el interior de su residencia. En esos momentos, sus hijas ofrecían una fiesta para celebrar la terminación del semestre escolar. Y para ellas, el regreso de su papá después de permanecer fuera por mes y medio, le añadía un motivo más al festejo. De tal modo que la alegría reinaba en la casa y nadie imaginaba que la tragedia estuviera por llegar.
En medio de la celebración, a las 9:30, se acercaron a la casa del artista dos jóvenes músicos, integrantes del conjunto de Diomedes Díaz, para solicitarle a Rafael en préstamo algunos de los instrumentos del grupo. Para no perturbar la fiesta y atenderlos mejor, el artista prefirió recibirlos en la terraza de la casa. Mientras conversaban, se acercó un sicario. Era un hombre alto, delgado, de piel blanca, que vestía pantalón blanco y camisa azul manga corta, quien le hizo diez disparos, nueve de los cuales hicieron impacto en distintas partes de la humanidad de Rafael.
Clara Elena escuchó los disparos y corrió al sitio donde se encontraba Rafael y lo encontró tirado en el suelo. Entonces con la ayuda de los músicos lo metió en su carro y lo trasladaron a la Clínica del Caribe.
El periodista Fabio Poveda Márquez, amigo y vecino cercano de Rafael Orozco y quien tenía a las 10 de la noche una cita con él en su casa, contó que estaba grabando su programa radial Protagonistas del deporte, cuando uno de sus hijos le notificó que el artista había sido baleado. Abandonó el estudio y cuando llegó a la clínica las 10 de la noche se le informó que las 9:45 había sido declarado oficialmente muerto.
La muerte de Rafael Orozco conmovió al mundo vallenato, a Colombia y a muchos países, en especial a Venezuela donde era un verdadero ídolo.
Fabio Poveda dijo que nunca pensó que Barranquilla reaccionara de la manera que lo hizo. Su cadáver recorrió toda la ciudad. Inicialmente fue velado en la funeraria Jardines del Recuerdo, pero a causa de la gran multitud de gente que crecía sin control, el féretro fue trasladado a un recinto más grande, la Iglesia del Carmen, luego a la Catedral y por último al Coliseo Humberto Perea, donde se ofició una misa campal y de donde sus restos fueron trasladados en una procesión de 8 kilómetros hasta el cementerio de Jardines del Recuerdo, donde fueron sepultados, al caer la tarde del sábado 13 de junio de 1992.
Poveda cuenta que “hubo escenas de dolor intenso, las mujeres besaban el cuerpo sin vida de Rafael. Y la cara de mi amigo estaba frente al sol, iluminada por él, pero ya sin esa sonrisa que lo acompañó siempre. Era imposible contener a la gente. Una mujer se arrodilló frente al Mayor Mara y le suplicó: “Déjeme verlo tenga piedad de mí, mire que yo vengo caminando desde el barrio Simón Bolívar para verlo”.
Muchas personalidades y seguidores de todos los estratos sociales se hicieron presentes en el velorio y en el sepelio. También le dieron el último adiós artistas como Jorge Oñate, Poncho Zuleta, Miguel Morales, Poncho Cotes, Chiche Maestre, Marcos Díaz, Alberto Villa, Carlos Malo, Emilio Oviedo, Jesualdo Bolaños y Rafael Escalona, entre otros.
En su tumba, su esposa Clara Elena hizo colocar su imagen tallada en mármol y al lado textos de su canción Solo para ti. Colocaron también una inscripción que dice: “Te seguiré queriendo, tu esposa, Clara Elena” y luego otra: “Te seguiremos adorando, papurri lindo, Kelly, Wendy y Lorraine”, sus tres hijas.
EL PROCESO JUDICIAL
El asesinato de Rafael Orozco abrió paso a una serie de especulaciones y comentarios en torno a su autor o autores y a las motivaciones que los llevaron cometer el horrendo crimen.
Las conjeturas y suposiciones se referían tanto a asuntos pasionales, como a la supuesta vinculación del artista con el tráfico de drogas. En ese sentido se especuló sobre deudas no canceladas, como también a envidias y celos profesionales.
Se puso sobre la mesa la relación sentimental que el artista sostenía con María Angélica Insignares Ogliastri (exesposa del futuro congresista, Armando Benedetti) quien en ese entonces también mantenía una relación amorosa con el ganadero y supuesto narcotraficante José Reinaldo “El Nano” Fiallo Jácome.
Su asesinato también se atribuía –sin comprobar- a un ajuste de cuentas por la desaparición de una gruesa suma de dinero en dólares que procedente de los Estados Unidos venía camuflada en el interior de los gigantescos equipos de sonido e instrumentos musicales del Binomio de Oro, previo acuerdo con Rafael, quien retornaba de una presentación en el país del norte y debía entregar los dineros a la mafia colombiana, cosa que no hizo.
Puesto en marcha el proceso investigativo, la policía practicó una serie de allanamientos no solo en Barranquilla sino en otras ciudades de la Costa y el resto país y se dictó orden de detención y se hizo efectiva, contra María Angélica Insignares Ogliastri, el ingeniero Jorge Navarro Insignares, padre de María Angélica, Alfonso Ariza de la Hoz y Francisco Javier Corena, los músicos que fueron a pedir en préstamo algunos instrumentos a Rafael, en la noche del crimen e hicieron salir a Orozco de su casa.
El comandante de la policía del Atlántico, general Fabio Campos Silva, anunció en su momento que se había capturado a seis personas presuntamente comprometidas con el homicidio.
Sin embargo poco después, las seis personas quedaron libres al comprobarse que nada habían tenido que ver con el crimen de Rafael Orozco.
Después de recibir declaraciones de testigos y de las personas presuntamente vinculadas con el crimen, el general Campos dijo que María Angélica también iba a ser asesinada en las oficina del Binomio de Oro, seis horas antes del asesinato de Orozco y que las investigaciones indican que los móviles del crimen fueron de tipo pasional.
El oficial también señaló que tomaba fuerza la versión de que al artista lo mataron dos sicarios; uno que le disparó y otro que lo recogió y escaparon en el carro Mazda color blanco de placas 8594, vehículo que fue inmovilizado en un sector del norte de Barranquilla, el mismo día del sepelio de Orozco.
La fiscalía en Barranquilla llegó a la conclusión de que a Rafael Orozco lo mataron con la pistola marca Heckler & Koch modelo P7K3, calibre 7,65, propiedad del presunto narcotraficante José Reinaldo Fiallo Jácome –El Nano Fiallo-, amparada con un salvoconducto expedido por la Segunda Brigada de Medellín, con la cual fueron disparados por lo menos dos tiros que fueron sacados del cuerpo de Orozco cuando se le practicó la prueba pericial, motivo por el cual el fiscal Luis Felipe colmenares ordenó su detención.
La captura de Fiallo no se pudo llevar a efecto, porque según su apoderado, William Felipe Colmenares, éste apareció muerto en Medellín el 18 de noviembre de 1992, junto con su guardaespaldas, Sergio Adolfo –“Tato”- González Torres, bajo el nombre de Jorge Alberto Gómez Benítez, como lo demostraba el examen dactilar. El Fiallo tenía doble identidad, explicó colmenares.
Con posterioridad al asesinato de Rafael Orozco se sucedieron varias muertes más de personas relacionadas de una u otra manera con el cantante.
José Reinaldo Fiallo Jácome y su escolta -como ya se anotó- fueron asesinados en Medellín el 18 de noviembre de 1992; Orby Valdeblánquez fue asesinado en Barranquilla el 4 de abril de 1993; Alfonso Ariza de la Hoz y Francisco Javier Corena fueron sacados de sus casa el 4 de agosto 1993 y desaparecidos después de su última indagatoria el 4 de agosto de 1992, y Víctor herrera Ortega, celador de una construcción vecina a la casa Orozco y testigo ocular del crimen, desapareció luego de haber declarado al día siguiente del hecho.
A los hechos anteriores se suma que Jorge Paternostro, el fiscal que inició el proceso, falleció ahogado en las turbulencias de un arroyo en la ciudad de Barranquilla el 16 de julio de 1993.
El periodista Poveda Márquez, amigo cercano de Orozco, quien declaró en el proceso, murió poco después, y el acordeonero de Diomedes Díaz, en ese entonces Juancho Roys, quien también había declarado, pereció en accidente aéreo en Venezuela, el 21 de noviembre de 1994.
Inicialmente, las pruebas y los detenidos pasaron a órdenes de la jueza 17 de instrucción criminal, Carmen Marina Collante, quien adelantó la investigación del caso.
El 19 de agosto de 1998, seis años más tarde después del crimen, el Juzgado Cuarto Penal del Circuito de Barranquilla dictaminó que Rafael Orozco fue asesinado por Sergio González Torres, escolta de José Reinaldo Fiallo Jácome y que el crimen obedeció a móviles pasionales que tenían que ver con el triángulo sentimental conformado por Rafael Orozco, María Angélica Navarro y El Fiallo.
Como prueba se aportaron la pistola Heckler y Koch 7,65 encontrada a Fiallo el día de su asesinato y una carta reveladora enviada desde la cárcel al Fiscal General de la Nación de la Nación, Gustavo de Greiff.
Lo único cierto es que el asesinato del ídolo de las multitudes quedó en la impunidad, enredado entre las versiones confusas de un triángulo de amor y el lavado de dólares que por intermedio de los artistas hacían los narcotraficantes del Cartel de la Costa.